Antes, el tiempo era un enigma que descifrábamos mirando al cielo; el sol, la luna y las estrellas fueron los primeros relojes, marcando el paso de los días, meses y estaciones. Pero la humanidad, siempre ansiosa por controlar su entorno, quiso domesticar incluso el tiempo; así, en la Edad Media, los monjes, guardianes del conocimiento